jueves, 12 de enero de 2012

Mancha negra, negra, roja

"Que frio del cuerno", pensaba Lucia, "ojala el invierno artificial terminara de una vez". Llevaba siglos tratando de quitarse la marca de Cain que tenia en la unha del anular izquierdo, sin siquiera pasarle por la cabeza que el anillo de compromiso se la habia perpetuado. 
 La sala de espera parecia una carretera de perdidos, con su transito lento y desordenado. Ella, sentada alli, era como un fantasma. Las personas llegaban, hablaban con la recepcionista pelirroja y de inmediato se encaminaban al laberinto de pasillos, del cual salian mas verdes y enfermos.
Al llegar Lucia al edificio, procedio de igual manera: se acerco muy serena a la mujer que cortaba cebollas sin llorar en su escritorio y le pidio cita con un cirujano urgente, para que le cortara la punta de su anular maldito.
Habia llegado a aquel edificio gracias a una mala amiga, pues cuando le comento de su inquietud en cuanto a la marca de su unha, ella misma la deposito en la sala de espera contaminada con cebolla. 
La recepcionista levanto la cabeza con desidia y poso sin sorpresa sus ojos de grandes parpados sobre la palida muchacha, pero sus manos no dejaron de cortar. "Sientese y espere", le dijo, "En seguida llamo al doctor".
Y asi lo habia hecho hacian cinco dias, sin moverse de su asiento, dormir, comer o beber. Su unica ocupacion era sacarse la mancha negra que habia dejado el esmalte. Se habia embebido tanto en su mision que se olvido de su propia existencia, volviendose invisible incluso para sus ojos. Pero cuando volvio a sentir el molesto escosor en los ojos que causan las cebollas, algo se le revolvio no solo en su memoria, sino tambien en su estomago. Rentonces reparo en que habia dejado de rasparse esa unha con otra hacian dias, y que cuando comenzo a intentar con los dientes, la sangre de su propio dedo le abrio el apetito.
Hubiese sido espantoso para cualquiera que la viera comerse a si misma, derramarse la sangre por la quijada y tenhirse de rojo los dientes, pero nadie la veia, ella no estaba alli para nadie.
Cuando termino de ejecutar su auto cirugia, se dio cuenta de lo que habia hecho y, sonriente, se acerco con el ensangrentado y grotesco dedo a la recepcionista. "Ya no necesito al doctor, me voy".
La pelirroja mujer sonrio por primera vez. "Espere", dijo, "aqui tiene un botiquin de costura para su dedo. Felicidades y que le vaya muy bien". 
Lucia lo agarro, le devolvio la sonrisa y se tomo un momento en su silla para suturarse el amputado dedo antes de salir del centro psiquiatrico, contenta por haber superado el problema, pero sin descubrir, ni entonces ni jamas, que lo unico que debia hacer era quitare el anillo de compromiso. 

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